Vivir viviendo
¿Alguna vez se han puesto a pensar o reflexionar qué es vivir? Un acto tan natural como despertar cada mañana, e incorporarse al entramado de actividades o responsabilidades que cada quien asumió. Pero, en esa automatización de la jornada, cumpliendo o no con las demandas implícitas de los compromisos, se nos va pasando el tiempo y con ello la vida. Y hay quienes se ¿despiertan? como de una ensoñación preguntándose en qué momento pasaron las cosas…
Hay quienes ven a sus hijos independientes; otros que se encuentran con las demandas de padres que ya están muy avanzados de edad y necesitan de sostén y cuidado; otros que se encuentran frente a un espejo que es devuelve la imagen del paso del tiempo a través de marcas en el rostro, o manos que ya no se ven fuertes, ni pieles que lucen tersas… Y ahí, como quien no quiere la cosa, hay quienes se enfrentan con que la vida estuvo transcurriendo mientras el afán los distraía, mientras les susurraba en el oído que "ya va a haber tiempo para hacer eso". Y en esa temporalidad quedaron sumergidos abrazos que no dieron, o palabras. O un café que quedó pendiente, o unas milanesas que nunca se llegaron a comer. Unas risas distendidas, y una mirada de consuelo. Allí se quedaron, en el mundo de las fantasías, en el mundo donde residen todas aquellas cosas que "podrían haber sido, pero no fueron". Allí quedan las ganas de animarse a empezar "la carrera de mis sueños". Allí quedan esas vacaciones que no fueron porque "había otros gastos". Allí queda la vitalidad de un domingo que no remontaste el barrilete con tu hijo, por estar "cansado y agobiado" del trabajo. Allí quedan las fuerzas de querer comerse el mundo. Allí radica todo lo que "pudo ser" y no fue. Todas las llamadas que no se hicieron, ni las visitas. Todos los "después lo hago". Los tiempos de ejercicio, de lectura, de oración. Todo queda ahí.
Muchos de los emergentes en el espacio terapéutico están atravesados por la frustración de no vivir una vida en consonancia con las prioridades de cada uno. El afán, el necesitar "tener" por sobre el "ser" hace estragos en el día a día. En una época donde se nos grita consumismo, prescindir de este es un acto heroico. Lograr encontrarnos en el punto de equilibrio y de paz donde no dependemos de nada material para dignificarnos es un proceso que requiere de mucho trabajo interno. Pero la buena noticia es que se puede. Podemos ordenar nuestro interior, podemos establecer prioridades y podemos funcionar en armonía con nosotros mismos. Podemos vivir, y mientras vivimos, llenarnos de vitalidad, de ganas, de sorpresa, de gozo, de dicha, de expectativa. Podemos tachar la lista de "pendientes" y vivir en mayor consonancia con nosotros mismos.