Vínculos saludables: el arte empieza con nosotros mismos
Vivimos tiempos difíciles en materia de relaciones. Tomando la estructura social más amplia hasta el individuo particular inserto en una sociedad, podemos observar la preeminencia de las relaciones y vínculos afectivos. Somos seres sociales, y estamos sostenidos desde emociones y afectos que nos permiten vivir, sentir e irnos entretejiendo con otros actores que van apareciendo a lo largo de nuestra estadía terrenal. No falta quien en su espacio terapéutico traiga en su discurso alguna situación, o inquietud que refiere a una relación o vinculo con otro. Son tiempos especiales en materia relacional, ya que existe una puja conceptual tal como no se había visto antes; sumado a que a nivel cultural se han producido transformaciones en donde los roles que se juegan dentro de una relación se ven condicionados por la presión social que existe actualmente.
Si bien en el colectivo social emergen ideas que proclaman ciertos requerimientos en base a las relaciones, lo cierto es que puertas para adentro cada casa se transforma en un mundo particular, donde lo propio deja entrever la propia historia de vida. Situaciones enrevesadas que suscitan viejos fantasmas, viejas heridas, miedos y maneras de "hacer frente" a lo que está ocurriendo. Por un lado está en puja lo social que grita, y por otro está la propia historia que hace eco, y que paraliza... Y ahí se encuentra el humano, en la disyuntiva, en la incertidumbre, en el cuestionamiento. Y acá, en este punto radica la potencialidad de transmutar, de habilitar que emerja lo nuevo.
Las relaciones interpersonales requieren de flexibilidad, de escucha, de compromiso. A las relaciones se las trabaja... También se trabaja en uno, porque la relación con otro tiene que ver conmigo, con quien soy, y con cómo soy. Las relaciones me reflejan, me confrontan, y hasta pueden enseñarnos. Pero como siempre digo: cada relación con un otro va a reflejar lo que pienso de mí.