Los silencios que hablan.
Existe un silencio que dice mucho. Que muchas veces resulta incómodo, poco correcto, pero que grita. Sí; grita bien fuerte, pero no se lo suele escuchar. Habla de todas las formas posibles. Tiene ciertos rasgos de indiferencia, de castigo y de ausencia. No pronuncia palabras, sin embargo comunica mucho; tanto que a veces abruma. Quienes no lo escuchan, pero están expuestos a ese silencio, en el camino van perdiendo su capacidad de oír. Se acostumbran y naturalizan estos lugares ocupados por algún tipo de holograma emocional.
Todo lo que hacemos comunica y habla. Las miradas hablan, los gestos, los abrazos o las faltas de los mismos. las preguntas que consultan el estado de ánimo o las charlas sobre las inquietudes o preocupaciones diarias. Se pierde en lo cotidiano el sentido del detalle. Y en esta era de las corridas y del "hacer" se hace tanto que se corre de vista el ser. Se corre, lo corren... no hay lugar para frenar y ver qué pasa. No hay consciencia de quién y cómo somos. En épocas de abundancia de pantalla, se ofrece eso, la vida como una pantalla superficial, que queda ahí. Se pierden las caricias al alma. El admirar la simple creación de un otro, humano, con sentimientos y estos rasgos tan maravillosos que nos hacen únicos.
En una época con tanto ruido, hay tanta ausencia de palabra... Y el desafío que tenemos por delante es la de poder nombrar aquello que no se nombra; y dar forma a lo que se ha deformado. Y con consciencia de lo que queremos, siempre elegir aquello que más nos suene a paz, amor, compañía, continente. Nos lo merecemos.