Límites y amor.
Nos suenan a conceptos contradictorios. Se asocian a castigo, a culpa, y a temor. Los límites son un requerimiento tan necesario como otros, para hacer del amor un ente funcional, que haga bien. Estamos confundidos si creemos que para implementar limites en la cotidianidad, tenemos que estar enojados o utilizar los mismos como forma de castigo.
Los límites y el amor están entrelazados, y son parte de un todo. Una manera gráfica que haga alusión de lo que estoy hablando es la de imaginarse al tallo de una de nuestras plantas favoritas. Ese tallo referencia al concepto de amor. El amor como fuerza, como proveedor de sostén y seguridad, de nutrición emocional, de responsabilidad... Y una de las ramas que emerge del tallo referencia a los límites. Límites como parte de una función mayor, que es la del bienestar global de cada individuo. Así, los límites se conforman como necesarios y como parte de lo que implica amar. Y cuando hablo de límites, no me refiero a los límites que son parte de la crianza de los hijos. Considero que los límites primeramente deben ser parte del amor a nosotros mismos. Si bien somos una generación en la que el acceso a la información, el uso de tecnologías y la promoción de hábitos saludables nos atraviesa, y estamos dotados de toda facilidad para el conocimiento, también es cierto que somos parte de la generación ruidosa, ambiciosa, y con poca tolerancia a la frustración. Somos de la generación que critica el cuerpo, que busca la constante aprobación de quienes nos rodean. Se busca impresionar, se necesita impresionar. La debilidad y permeabilidad de la autoimagen remite a que nos sostiene la idea de producir; ¿producir qué? Nos vemos obligados por una sociedad implacable que cuantifica todo. Cuantifica los "me gusta" ; cuantifica seguidores; cuantifica ingresos; cuantifica viajes; cuantifica posibilidades.
Si te preguntara ahora qué es lo que más disfrutas hacer; en qué realmente sentís que fluis, que sos vos, ¿podrías responder? Si te preguntara sobre tus talentos, tus dones, tu regalo para este mundo, que solamente lo tenes vos con la impronta de tu personalidad, ¿Qué dirías? Soy una apasionada por el concepto de conocernos. Creo que es un requisito fundamental para poder poner límites claros, y entender la función de los mismos.
Los límites nos resguardan. Los limites encauzan. Los límites hacen que nuestra energía se distribuya de una manera más efectiva. Saber qué sí, y qué no va a ayudarnos en nuestras relaciones interpersonales, indefectiblemente. Ponemos tanto, pero tanto afán en hacer que las cosas con otros funcionen, cuando no estamos nosotros funcionando. Para saber cómo hacerlo, debemos volvernos conscientes de cómo somos, y corrernos del lugar de ser lo que el otro quiere que yo sea. Límite es saber hasta dónde puedo dar, y comprender que no está mal poder hacer "hasta acá". Los limites ayudan a que la pareja sepa qué margen tiene, hasta donde va a dar la cuerda sin que se corte. Los limites ayudan a que los hijos sepan que hay un adulto que sostiene, y que cuida, y que vela por su salud mental. Límite que ayude a tomar decisiones de permanencia, o saber cuándo es tiempo de marcharse de ahí. Los límites nos ayudan a vivir en libertad y con libertad para elegir.