¡El valiente acto de perdonar!
Es un tema un tanto controversial, que despierta las más abarcativas y propias opiniones, tanto como personas hay en el mundo. Pero no por ello, deja de ser un tema que emerge en terapia. Aflora en cuestiones tan sutiles como la conducta de un niño, que se enojó porque no se le dió con un gusto; y también emana en el discurso adulto teñido de traición, desilusión y resentimiento. Está ahí. No hay lugar donde no se haya presentado una herida o un trauma. No hay quien no tenga "a quién o qué perdonar". Todos en esta carrera de la vida hemos atravesado, estamos atravesando o indefectiblemente atravesaremos un dolor emocional. Alguien no cumplió sus palabras. Alguien no cuidó algo que nos importaba. Alguien traspasó los límites físicos, emocionales, económicos, etc. generándonos un daño a nosotros. Todos nos hemos sentado en la silla de víctimas de un desamor, de una mentira o de una traición. Todos tenemos mochilas cargadas con situaciones que hubiésemos preferido no vivenciar. Todos hemos expuesto en mayor o menor medida nuestros corazones alguna vez, bajo algunas circunstancias.
Sí. Y estamos (si se quiere) en el derecho de mantenernos enojados, heridos y susceptibles porque la vida nos pareció (o parece) injusta por aquello que tuvimos que atravesar. Pero, y acá hay un gran "pero", no nos hemos percatado de que el perdón es un acto de amor propio.
El perdón es un acto de amor propio. Lo repito. Perdonar tiene un componente fundamental y necesario que es la voluntad.
La voluntad según la RAE es: "Facultad de decidir y ordenar la propia conducta". (Real Academia Española, 2022)
Por tanto, el perdonar no es un sentimiento, sino que es una decisión. El perdón tiene que ver con soltar la mochila que te pesa. A vos te pesa. A mí me pesa. Al que te / me lastimó no. (O tal vez sí, pero acá no es el foco). El foco radica en comprender que el perdonar tiene una llave maestra, que es el de La libertad. Perdonar nos libera de la esclavitud del odio, del resentimiento, y de la impotencia. Y es un acto que se practica a diario, en lo cotidiano.
Perdonar no es olvidar. Perdonar no es que no duela. Perdonar es una actitud de superación y estima hacia mi propia persona. Somos más que aquello que nos pasó. Somos más que aquello que nos hicieron. Somos más que aquello que hicimos. Somos, y estamos siendo todo el tiempo. Seamos versiones más livianas de nosotros mismos.
Perdonar es amarte. Y amarte bien.